sábado, 26 de noviembre de 2011

Cultura y San Julián, sinónimos, La Escarcha, por Esteban Beltrán Morales.

sábado 26 de noviembre de 2011

TIEMPO DE ACEITUNA.

La escarcha (*)
Por:  Esteban Beltrán Morales
   “Era una mañana de enero de este presente año que será memorable por la abundancia de escarchas y por la escasez de lluvias. Los campos amanecían un día y otro cubiertos con un sudario blanco, cuyo aspecto tristísimo acongojaba el ánimo y hacía temblar de frío a las fanegueras cuando se asomaban por las mañanas á las puertas de los lagares á ver como había amanecido.
  Particularmente los niños, tiritaban aún arrimados á la candela, pensando en el frio que iban á pasar cogiendo las aceitunas que, aprisionadas por la escarcha, parecían almendras confitadas en la triste umbría. –Vamos andando a coger las peladillas- decía el manijero después de haber comido todos las migas tostadas al rayar el día; y de los lagares salían en tropel hombres, mujeres y niños encogidos y pisando el suelo duro y helado como si en él hubiera espinas agudas  que les clavaran en los pies descalzos de la mayoría de aquellas infelices criaturas. ¡Qué invierno más cruel y terrible ha sido este para las fanegueras!. La tierra endurecida por las escarchas, estaba erizada de aristas de hielo como si hubieran brotado por todas partes chorros de agua, quedando convertidos estos manantiales en hielo formando chorros y cascadas caprichosas.
Por encima de estos hielos había que andar todo el día y entre este hielo había que sacar las aceitunas.
 Los hijos de las fanegueras, niños y niñas de corta edad, casi todos ellos descalzos, ayudaban a sus madres en tan penosa tarea, gimiendo y llorando y sufriendo en sus rostros amoratados y en sus cuerpos mal cubiertos con ropas viejas de algodón, aquella temperatura fría y glacial que se  dejaba sentir como arañazos de gato furioso.
 El viento duro y frio del Norte, que es el que impide que en esta región llueva con abundancia, contribuye a que la helada dure casi todo el día, prolongando el sufrimiento de aquellas criaturas, que no se comprende cómo pueden resistir tantas penalidades”.
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(*)  “La escarcha” constituye el primer capítulo del libro de Esteban Beltrán titulado “Manolín: leyenda popular”. Esteban Beltrán Morales, era montoreño nacido en 1854 y fallecido en 1920. Denunció la dramática situación del proletariado agrícola con contundencia, planteándole a la clase jornalera  soluciones,  a través del cooperativismo, para salir de su situación de desamparo. En sus diferentes obras como “Manolín”, “Socialismo agrícola (segunda parte del Manolín)” y “Los Luchadores” desarrollará  la  utopía republicano-socialista. Sus escritos tuvieron gran difusión entre los centros obreros republicanos de toda Andalucía.
    Este hombre lúcido y honesto era un pequeño comerciante con preocupación social. En 1892 regentaba un establecimiento de Comestibles y Coloniales en la calle Coracha de Montoro y unos años después, en los primeros del siglo XX, fundó o ayudó a fundar, una escuela laica adscrita al Círculo Republicano de su pueblo natal. “Me levanté y dije: amigos míos yo me ofrezco y comprometo a enseñar gratuitamente a todos los niños que vengan de día y de noche a leer, escribir y a cuentas, y las mensualidades de los alumnos ingresarán íntegras en las cuentas para el sostenimiento del Círculo”. Al serle clausurada la escuela de Montoro por las autoridades conservadoras, marcha a Tazacorte, pequeño núcleo de población de la isla de La Palma, en Santa Cruz de Tenerife donde ejerció como maestro laico durante los cursos 1910-1912.
   Una muestra caligráfica de Feliciano Palomeque Garrido, discípulo de Beltrán, corrobora los ideales socialistas y anticlericales del maestro. Ésta caligrafía sirvió de prueba en el expediente de clausura de la escuela en 1909. La transcripción literal del texto es la que sigue y hemos de entenderla en su contexto histórico: “¿Por qué se cuidarán tanto los curas y la gente beata de la salvación de nuestra alma y permanecen tranquilos aunque nos vean en cueros y muertos de hambre?. Es chocante que le exijan al pobre trabajador que confiese, oiga misa y guarde las fiestas y no le procuren buenos alimentos para que disfruten de buena salud, y buenas ropas y calzado para evitarle molestias y enfermedades. Para el beato es más lo ilusorio que lo real”.
  Beltrán, que fue masón, republicano y georgista,  escribió su obra para enseñar al pueblo trabajador a practicar un socialismo fraternal y bondadoso, más reñido con los curas que con Dios, e inconfundiblemente regeneracionista en su preocupación por la educación como providencia de libertad.

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