miércoles, 29 de mayo de 2013

La opinión pública, incluida la clase media, ya no cree en los políticos ni confía en el bipartidismo. Los jóvenes, carne de cañón de la crisis, encabezan la rebelión.

Mientras el Estado se desmorona, el gobierno acelera el expolio 
Andrés Martínez Lorca
Rebelión

 Parecía imposible hace sólo unos meses empeorar la situación general de las instituciones del Estado, pero cada día se supera una barrera que lleva al régimen a su autodestrucción. Desde la monarquía al parlamento pasando por el poder judicial y las autonomías, el régimen borbónico nacido en la transición da síntomas de agotamiento y parálisis. El mal arranca de lejos con la amnesia del franquismo, la desmovilización de las fuerzas sociales y la idealización de un tránsito teledirigido de la dictadura a su heredera legítima la monarquía juancarlista. La entrada en la OTAN, apoyada fundamentalmente por el PSOE, y la penetración capilar del dogma neoliberal como “paraíso en la tierra”, sentaron las bases de la miseria política y social en que vivimos. Intuyendo la progresiva desaparición del ciudadano transmutado en mero consumidor al que se le ofrece un producto manipulado casi idéntico ─ “hay ya poquísima distancia entre ‘propaganda’ (política) y ‘publicidad’ (comercial)” ─, Rafael Sánchez Ferlosio, nuestro gran escritor vivo, acertó en el diagnóstico hace ya diez años: “esta democracia da vergüenza”, declaró 1. Para desgracia general, habría que hablar hoy más que de “consumidor”, de “consumido” pues éste es el estado de buena parte de la población. Leer entero.

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